domingo, 17 de agosto de 2014

Emilia Cueto entrevista a Mario Goldenberg

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-¿Cómo se produjo su llegada al pensamiento freudiano?

-Mi primer encuentro con el pensamiento freudiano fue con un libro titulado Freud y la histeria femenina del Dr. J. Gómez Nerea, de Editorial Tor, que estaba en la biblioteca de mi padre y que aún conservo; posteriormente el cierre de la Facultad que en aquel momento era de Filosofía y Letras en el año 1974 me abrió un camino diverso de la militancia estudiantil, que fueron los grupos de estudio de Freud siguiendo el programa de Oscar Masotta, recién allí incursioné en la obra freudiana, aunque ya hacia unos años que había comenzado un análisis. El inicio en Freud, me permitió un recorrido temprano que luego continué estudiando con Raúl Sciarretta durante los largos años negros del proceso militar, creo que era el único lugar donde se podía respirar. Debo decir que la aproximación a Freud en esos años y posteriormente Lacan, inicialmente como una inquietud intelectual, derivaron en una apertura que me llevó a la práctica clínica y la docencia universitaria.

-¿Qué aspectos del movimiento freudiano han atravesado centralmente su formación?

-Creo que la obra de Freud marca el inicio de una bisagra entre el campo del sentido y el campo de la pulsión y un modo nuevo de pensar la subjetividad.

Freud tuvo el mérito de inventar un nuevo lazo social: el discurso analítico y un movimiento que constituyó con la IPA.

Lacan, que fue excomulgado en los años ‘60, siguiendo la psicología de las masas freudiana, advirtió que la internacional llevaba el modo de una de las masas artificiales conceptualizada por Freud: la Iglesia; su excomunión lo llevó a generar el movimiento lacaniano con una orientación, el retorno a los fundamentos freudianos.

Debo decir que mi formación inicialmente freudiana, fue atravesada, a partir de los años 80 con la llegada de Campo Freudiano a la Argentina, con un modo nuevo de pensar la clínica, el Encuentro Internacional del Campo Freudiano en Buenos Aires en 1984, llevaba como título: “¿Cómo se analiza hoy?”. Pudimos en ese momento encontrarnos con colegas formados por Lacan, lo que permitió sacar al lacanismo del carácter críptico que tomó en los años de la dictadura, retomando el estilo que Oscar Masotta imprimió a la enseñanza de Lacan. La clínica lacaniana era algo más que el juego de palabras y el analista silencioso. La dirección de la cura está orientada por lo real, en tanto opera sobre el goce. El movimiento que se originó a partir del encuentro de Caracas, con la visita de Lacan a América latina, generó en Buenos Aires varias asociaciones, entre ellas el Seminario Lacaniano, fundado por Javier Aramburu y Mónica Torres entre otros, fue mi primera experiencia institucional, donde fui Director y participé también del Consejo Estatutario.

El pase y la escuela fueron los grandes ejes de trabajo en esos años. Diversas idas y vueltas con las consecuentes escaramuzas llevaron a fundar con otras asociaciones: el Simposio, Biblioteca Internacional de Psicoanálisis (BIP) y SABA, la Escuela de la Orientación Lacaniana en 1992, en la que ingresé unos años mas tarde.

La EOL fue el producto de un pacto que llevó al acto de fundación con Jacques-Alain Miller, con quién venía realizando una práctica de control algunos años atrás. Mi experiencia de control con Miller fue muy fecunda, me sirvió entre otras cosas para encontrarme con un modo distinto de pensar la clínica y como un encuentro que marcó mi formación analítica.

La experiencia de la EOL, fue una verdadera experiencia de escuela distinta a la del grupo anterior. Después de algunos años tuve la oportunidad de ser designado Director para los años 2002-2004, años difíciles en el país, pero que verificaron la postura de Lacan de la escuela como refugio ante el malestar en la cultura. Fueron los años del deshielo a partir del encuentro Miller-Etchegoyen donde pudimos realizar trabajos en común con colegas de APA y APdeBA que aún continúan. Nos encontramos con que la enseñanza de Lacan había traspasado muchas fronteras, no solo la de la internacional sino también en diversos campos de la cultura y el pensamiento.

Tanto el trabajo de actualizar el psicoanálisis para pensar la época, como la apuesta al pase, como modo de dar cuenta del fin del análisis, fueron guiando mi interés en estos años.

-Dentro de la obra freudiana ¿considera que hay líneas que han quedado abiertas y que no han sido suficientemente trabajadas?

-Afortunadamente Freud dejó líneas abiertas -hay que decir que suficientemente trabajadas por él- que han permitido continuar ese camino.

Creo que un aspecto que quedó abierto es la clínica de la psicosis de la que tanto Lacan como los llamados postfreudianos se han ocupado.

Freud con Schreber abre un camino para pensar las psicosis; la psicosis en Lacan tiene dos grandes momentos: el Seminario 3 justamente sobre Schreber con la formulación de la forclusión del Nombre del Padre, y Joyce al final de su obra donde toma la psicosis para la conceptualización del sinthome y el fin del análisis.

Otro tema es el del malestar en la cultura, que fue una gran preocupación de Freud, el modo en que el discurso analítico puede incidir en las coordenadas de la civilización, la manera en que el psicoanálisis puede aportar a la teoría social.

La relación con la ciencia y la religión considero que también ha quedado abierta, sabemos que Freud apostó con la ciencia al fin de la religión, evidentemente el porvenir de la ilusión ha demostrado que la ilusión, en tanto proporciona sentido pudo sobrevivir ante el real perturbador que produjo el avance de la tecno-ciencia y a la vez hace a la religión más necesaria. Es un aspecto que el movimiento analítico y el pensamiento contemporáneo tienen muy en cuenta: las creencias.

Otro aspecto central que ha dejado una hiancia es el fin de la cura analítica, en Freud el carácter terminable e interminable del análisis ha dejado un impasse respecto de la conclusión; apertura que ha sido retomada por la orientación lacaniana de un modo distinto a la standarización de la IPA. El dispositivo del pase es un modo de dejar abierta está cuestión y permitir en el caso por caso aportes en el marco de la comunidad analítica, que enseñan sobre la singularidad de cada fin, y a la vez dan cuenta del pasaje de analizante a analista. Los diversos modos que hacen una serie heterogénea y que aportan a la teoría.

Quizás el gran mérito de Freud es que ha dejado como legado una obra abierta, digo legado porque implica una apropiación de lo recibido de modo distinto a una herencia que no implica una operación de asunción.

-Si tuviera que elegir tres conceptos fundamentales en la obra freudiana, ¿cuales elegiría y por qué? 

-Preguntaría porque tres y no cuatro, que son los que toma Lacan en el Seminario 11, llamado “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”.

Inconsciente, repetición, transferencia y pulsión, no hay psicoanálisis sin estos cuatro.

Agregaría un quinto que es el síntoma, que es el concepto clave, que recorre toda la obra freudiana, desde el inicio, con los síntomas histéricos, siguiendo por una cuestión central del descubrimiento freudiano que es el sentido de los síntomas, tal como lo tematiza en las conferencias de introducción al psicoanálisis de 1916/7, donde introduce algo realmente nuevo para la clínica médica que conocía los síntomas, los síntomas tienen un sentido, algo quieren decir, esto lo lleva al silencio del síntoma, su carácter resistente a la cura, de núcleo pulsional, de pulsión de muerte. La reacción terapéutica negativa como problema técnico lo conduce a una cuestión ética que es la relación del sujeto con su manera de gozar.

El síntoma es el elegido no sin los otros conceptos, de modo que está articulado a los otros cuatro, como manera de gozar del inconsciente, insistencia y resistencia, síntoma analítico y destino pulsional y es la pieza central de la obra freudiana.

-¿Coincide con la visión freudiana de la idea de no progreso del sujeto, tal como aparece en El malestar en la cultura?

-Es muy interesante el contraste entre el optimismo de su primer época y su visión desengañada del progreso en los años 30, creo que en ese momento está en cuestión, de alguna manera, el Ideal científico de progreso.

Quizás se advierte la posibilidad de una lógica distinta, también Freud sentía cuestionado el progreso de las curas analíticas. La idea de progreso se mantiene en una lógica religiosa que la ciencia sostenía (pero ya no sostiene) con la ilusión de un despertar, o que el progreso técnico iba a mejorar la relación del sujeto al goce; evidentemente el camino analítico se rige por otra lógica. Lo que hay que tener en cuenta no son los “progresos”, sino los cambios en la subjetividad.

-¿De qué manera considera que la Primer Guerra Mundial ha incidido en la obra freudiana?

Durante la Primer Guerra había un problema político que se convirtió en cuestión de estado, fueron las llamadas neurosis de guerra. Los soldados traumatizados que venían del frente y también las neurosis desencadenadas antes de ir a la trinchera. Freud, claramente a la altura de la época, toma esta cuestión en Más allá del principio de placer, recuperando el término de trauma, que había utilizado en la primera teoría de la histeria.

Las neurosis de guerra comparten con los sueños traumáticos, el fort-da, las resistencias en transferencia, la fundamentación de la compulsión de repetición y por ende la pulsión de muerte.

Hay un viraje en Freud de un aparato psíquico regido por el principio del placer-displacer auna ganancia de placer de otra índole. Algo más primario que lo homeostático que es la tendencia del sujeto a actuar contra sí mismo.

Esta incidencia le permite a Freud dejar definitivamente la ilusión de hacer consciente lo inconsciente, encuentra un límite a la simbolización.

El trauma pasa a tener un lugar estructural y no accidental como en los primeros años de su obra, no es ya solo un encuentro inadecuado con el goce, sino un agujero o rotura en la trama simbólica. El paradigma del aparato psíquico no es el sueño, como cumplimiento de deseo, sino la pesadilla que vuelve al mismo lugar. El lenguaje no es más vehículo de la comunicación, mensaje, sino aparato de goce.

La guerra tuvo una importante incidencia en la teoría freudiana y en su preocupación por el desenlace de la humanidad, el sueño del progreso de la ciencia y la razón lo encuentran a Freud en la antesala del monstruoso holocausto.

La categoría del trauma freudiano tiene su vigencia para nuestros tiempos, el atentado a las torres gemelas ha iniciado un período en la historia marcado por lo traumático, pensar el trauma no como acontecimiento sino como proceso, como estructural, permite al psicoanálisis un modo de operatoria sobre el sufrimiento distinto a otros abordajes que intentan restablecer el estado anterior, evidentemente se trata de restituir el sentido, de restablecer el lazo con el Otro, pero fundamentalmente producir una respuesta ante lo que no tiene respuesta.

-Freud además de genio era un Kulturtrager como muchos de los exponentes de su época, ese no es el marco actual en la formación de numerosos analistas, ¿incide esto en el psicoanálisis de nuestros días?

-El genio de Freud es el que permitió la invención del psicoanálisis, no podemos pretender que los analistas seamos como Freud o Lacan, pero sí es importante en la formación analítica estar a la altura de la época, esto quiere decir estar a la altura de los debates centrales del pensamiento contemporáneo. Si el psicoanálisis queda reducido a una práctica psicopatológica podemos poner en duda su porvenir. Es una práctica que trata más bien la ex-sistencia, y en ese sentido no pertenece al campo de la ciencia, ni de la religión, es un nuevo campo.

-El psicoanálisis no sería posible sin Freud, ¿qué hizo posible a Freud?

-Sería vano pensar si hubiera habido psicoanálisis sin Freud, sí es claro que Freud proviene de una serie de coordenadas históricas del discurso de la ciencia, el fin de la metafísica en la filosofía, la declinación del Imperio Austro-húngaro, y podríamos agregar una larga lista a la serie de determinaciones.

Pero además de las determinaciones hay contingencias singulares que llevaron a Sigmund Freud a ser Freud, podemos utilizar el término que está en el Moisés y la religión monoteísta: el gran hombre. Creo que en este punto no alcanza con su inteligencia, su cultura, su sagacidad sino y fundamentalmente lo que había en Freud de invención, su genio.

-¿Qué aspecto biográfico de Freud le resulta más atractivo?

-Un detalle biográfico para Freud fue el episodio antisemita de humillación que afectó a su padre cuando un gentil arroja el sombrero del padre y este debe levantarlo de la acera. Este suceso marca su vida y su obra, el padre humillado; el segundo detalle atractivo es cuando dice: “vagaba como un alma en pena”, en sus últimos años antes de publicar “Moisés” esa vacilación es llamativa ante una obra que descontruye a la religión, a Dios pero no llega a desconstruir al padre, es parte del legado que nos dejó a los analistas.

-Apelando a un ejercicio imaginativo, ¿Cuál cree que sería la mayor preocupación actual de Sigmund Freud?

-La preocupación actual de Freud ya estaba en sus tiempos, era el porvenir del psicoanálisis. La incidencia del psicoanálisis en el siglo XX ha sido formidable a tal punto, que las interpretaciones ya son parte del Otro cultural. Sin embargo no son los mismos tiempos, no son los tiempos de la ética de la renuncia sino de la promoción del consumo, no son tiempos de la moral victoriana sino más bien de lo no-moral. Creo que su mayor preocupación sería que la hiancia del inconsciente no se cierre, que las puertas del Averno -tomando la metáfora dantesca- sigan abiertas, que el psicoanálisis no quede ahogado en el discurso religioso ni en las redes de las tecnociencias.

-En nombre de elSigma le agradezco el haber accedido a formar parte de este homenaje a Freud en el 150º aniversario de su nacimiento, y que nos haya transmitido en forma clara aspectos fundamentales del pensamiento freudiano, en un ejercicio que considero importante para todo aquel que intente llevar adelante la práctica del psicoanálisis.

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