“La mujer, como la flor, sumerge sus raíces en el ... goce.”
Jacques Lacan, Seminario XVII.
En un texto de caracter testimonial, Richard Rorty, filósofo americano, toma dos cuestiones centrales de su vida, una que viene de lo familiar y otra contingente.
El texto fue titulado “Trotsky y las orquideas silvestres”; el trostkismo proviene de la simpatia de sus padres, por el sueño utópico del socialismo, sueño que a lo largo de los años no abandona del todo a pesar de su viraje al pragmatismo de Dewey, de quien se reconoce continuador. Siendo niño se produce un encuentro, en las montañas del noroeste de New Jersey, la inclinación por las orquídeas de esa región.
Sentía el orgullo de ser la única persona de por allí que conocía donde crecían, cuáles eran sus nombres latinos y cuando florecían. Las orquídeas se habían vuelto importantes sin saber por qué, pues lo central en esa época del joven era el relato político y sus orquídeas no encajaban allí.
Rorty en su texto nos dice que mirando hacia atrás, sospecha que en todo eso “había un montón de sexualidad sublimada (las orquídeas son un tipo de flor notoriamente sexy)”; y que su deseo de aprender sobre ellas estaba ligado al deseo de comprender todas aquellas palabras difíciles del libro de Kraft-Ebbing -Psicophatia sexualis-, vale la pena aclarar que una de las especies que mas llamaba su atención eran ciertas orquídeas pequeñas y amarillas llamadas “lady slipper”.
A los quince años tenía un proyecto: reconciliar a Trotsky con las orquídeas: “fundar en una sola imagen realidad y justicia”. Con el tiempo, el proyecto fracasó, él mismo lo menciona como una mala idea, reducir lo singular de las orquídeas al universal del relato político o filosófico. Aquello que no es del Todo, sino más bien del uno por uno, no-todo, tal como sitúa Lacan en lo femenino en Encore.
La flor, los lirios y Lacan
Lacan en el Seminario XVII, en el capítulo del Campo lacaniano, el campo del goce, sitúa la finitud del goce fálico, como un goce que “cuando se termina, se termina”. Post coitum animal triste, frase que Lacan cuestiona pues dice que no es forzoso, pues alguien puede tomarlo alegremente. Más allá de triste o alegre es interesante que tome el “post coitum” en tanto refiere a un más allá del falo; que retoma inmediatamente en su referencia al que dijo: “Mirad los lirios del campo, ni tejen, ni hilan, pero son ellos los que están más cerca del reino de Dios.” No tejen, ni hilan pero gozan. “Los lirios del campo como un cuerpo enteramente entregado al goce... Goce de la planta... tal vez ser una planta es un dolor infinito.”
Es llamativa esta oposición entre un goce que se termina, el fálico y el goce de la planta como un dolor infinito. Sabemos que en este seminario no hay muchas referencias a lo femenino, sin embargo toma la cuestión de que la mujer como madre es a quien se pide, quien ordena, quien instituye la dependencia del niño. La madre como Otro.
Sin embargo, aclara que la mujer le permite al goce llevar la máscara de la repetición. Mascarada fálica, pero no toda fálica. Por lo tanto llama la atención que para hablar de la mujer, recurra a la flor, habiendo situado anteriormente, el goce de los lirios.
Lacan dice: La mujer, como la flor, sumerge sus raíces en el mismo goce. Goce que figura un fuera de discurso, como el goce de la planta. Pues solo entra en el deseo como objeto a. “Sólo en la medida que el objeto a sustituye a la mujer el hombre la desea”.
Sabemos que no podemos pedir mucho a este seminario, respecto del goce femenino, pero quizás estas referencias anticipan las fórmulas de la sexuación del seminario XX, Encore. La flor como mascarada y el goce de la planta revelan algo que luego va a conceptualizar.
En el “Atolondradicho” (L'Etourdit), Lacan dice ya no de la mujer sino de una mujer, es “la única cuyo goce sobrepasa al coito. ... Por eso mismo, quiere ser reconocida como la única por la otra parte” es decir la parte masculina. Es interesante que Jacques-Alain Miller trabaja esa referencia, en la página 373 de su seminario “Los signos del goce”; pues articula goce y amor. En tanto es la única en su goce y por lo tanto quiere ser reconocida como única, reconocida, dice Miller, es una referencia a la estructura de reconocimiento del Otro.
Sin embargo “aun cuando este reconocimiento del Otro fuera satisfecho”; “el goce de una mujer la divide convirtiendo su soledad en su pareja.” (Lacan, L'Etourdit). Miller plantea entonces; “... la indicación de que la mujer sigue siendo compañera de su soledad en su goce, muestra el fracaso de todo reconocimiento del amor para librarla de ella. No es que, en este sentido, el hombre sea infiel, sino que la soledad de una mujer se funda en un goce al que ningún hombre puede seguirla”.
Conclusión
Podríamos recordar las flores amarillas de Freud, (dientes de león) de su recuerdo infantil, que se conecta con el vestido de su amada adolescente, El ramillete del esquema óptico en Lacan y otras referencias, pero la preciosa metáfora del seminario XVII es un hallazgo, -la mujer, como la flor ... sitúa por un lado el goce de la planta como un goce absolutamente otro, en cambio del goce femenino se puede decir que es un goce radicalmente otro, que si bien es no-todo fálico, lo femenino participa del goce fálico.
La flor tiene sus raíces de planta y también su parte de mascarada. Pues compañera de su soledad, no la hace lirio, sino a encontrar un partenaire que le hable.
Bibliografía
Freud, S., Recuerdos encubridores. AE II.
Lacan, J., Seminario XVII, El reverso del psicoanálisis. Paidós.
Lacan, J., El Atolondradicho, Ornicar nro. 1.
Miller, J.A., Los signos del goce. Paidós.
Rorty, R., Pragmatismo y política. Paidós.
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